Muchos de nosotros hemos picado de la nevera o de la despensa en momentos de nerviosismo, no tanto por apetito como por paliar cierto malestar emocional.
Tampoco
es extraño que, ante una mala noticia o en días de tristeza,
reaccionemos comiendo menos. De ahí que se diga «se me ha cerrado el
estómago» cuando se está pasando un mal momento.