La reacción primera, el impulso sin pensamiento puede alejarnos de los otros. El miedo al contagio unido a la necesaria distancia física podría favorecer el aislamiento y dar lugar a una enemistad temerosa. Por eso debemos cultivar más que antes la empatía, aquella facultad esencialmente humana que nos permite la participación en la vida anímica de los demás.
La empatía es una fuerza verdaderamente hábil y segura para detener al virus y a todo lo que viene con él, porque si pensamos en las personas que nos rodean -a más o menos distancia física- estaremos evitando el contagio de todos y cultivando la buena vecindad.