La perversa relación entre la depresión y los trastornos de conducta alimentaria del adulto

La falta de apetito (o anorexia), junto con el insomnio, son síntomas inequívocos de depresión; en los textos clásicos de Medicina, allá por el comienzo de nuestra historia, aparecen ambos, junto con la tristeza o la apatía, como aspectos esenciales de esa enfermedad. A día de hoy, sin embargo, ha cambiado la actitud de los pacientes ante la inapetencia, y ha cambiado hasta el punto de perder su carácter amenazante. Un síntoma que en el siglo pasado era percibido como grave, y suponía un motivo más de sufrimiento, resulta aceptable en estos tiempos. Hoy es normal que muchas personas deprimidas se quejen en la consulta de pérdida de energía, insomnio, tristeza, cansancio o falta de interés, pero olviden mencionar su rechazo a la comida, aunque éste sea muy notable. A algunos pacientes no sólo les da igual perder peso por su enfermedad, sino que piden que el tratamiento no les mejore el apetito.

Existen otros Estados Depresivos en los que la alteración del humor se conjuga con un exceso de ingesta y desincronización de los ritmos biológicos*. Cuando hay hiperfagia (aumento del apetito y del impulso hacia la comida), el miedo a engordar y la sensación de descontrol intensifican los sentimientos de incapacidad, autodepreciación o baja autoestima general, que son característicos del cuadro depresivo. Las personas que experimentan un aumento de peso secundario a la enfermedad tienden a ocultarse, lo que favorece el aislamiento y empeora su situación clínica. En este tipo de depresiones, los pacientes refieren sus síntomas alimentarios con expresión avergonzada, como si en lugar de constituir una manifestación del trastorno, el exceso de ingesta tuviera origen en debilidades personales o delatara su escasa fuerza de voluntad.

Estos problemas de salud invitan a reflexionar sobre los motivos que han convertido el bienestar alimentario o la aceptación del propio apetito en algo extraordinario. Existe un estado de opinión según el cual estar flaco o gordo depende de la fuerza de voluntad o la habilidad de las personas, pero mientras combatimos esas falsas creencias, tan arraigadas en nuestra cultura, necesitamos ofrecer respuestas que reduzcan el malestar. Probablemente, el consejo nutricional no resuelva por completo el problema, pero muchos profesionales de la sanidad entendemos que la atención a los hábitos alimentarios debería formar parte del tratamiento de los Trastornos Mentales y del Comportamiento.

(*) variaciones del humor a lo largo del día, cansancio o sueño por la mañana o por la tarde y dificultad para dormir de noche.