«Cambiar el chip» es una expresión habitual en nuestro habla cotidiana.
«Para salir de la Anorexia hay que cambiar el chip. Es tan fácil como comer y dejarse de bobadas.»
«Tienes que cambiar el chip. Ya llevas demasiado tiempo con esta tontería.»
«No puedes seguir yendo al psicólogo para luego en casa comer igual o peor. Hace falta cambiar el chip.»
«Sigues teniendo Anorexia porque no has cambiado el chip»
«Si cambias el chip, te darás cuenta de la tontería que es ser anoréxica y empezarás a ser feliz»
En general, «cambiar el chip» quiere decir algo
tan complicado como modificar por completo nuestra forma de pensar y
actuar. A «cambiar el chip» le aplicamos además un sentido de
inmediatez, casi de urgencia, como si de verdad fuera fácil o posible
desarrollar formas nuevas de sentir y comportarnos.
Claro que no es
algo sencillo y que cuando decimos cambiar el chip estamos hablando en
lenguaje figurado, pero la separación o la diferencia entre el «lenguaje
figurado» y el literal no es ni mucho menos clara. En español el
término Chip se aplica a una pieza que contiene múltiples circuitos
integrados con los que se realizan numerosas funciones en computadoras y
dispositivos electrónicas. Y no, no existe en los seres humanos un
mecanismo que al ser activado, nos permita dejar atrás el pasado y
transformar la percepción que tenemos del mundo y de nosotros mismos.
El proceso de tratamiento del enfermo de Anorexia o de Bulimia tiene éxito cuando tanto el terapeuta como el paciente desarrollan una relación sincera y cálida y, al tiempo que apartan temores, culpas o confusión, van comprendiendo y dando pasos en el día a día. Pasos que a veces son difíciles e inseguros, porque el camino es largo, y, como lo hacemos juntos, no es igual que ningún otro ni se encuentra en ningún mapa.
El chip que hay que cambiar no ha sido inventado y, aunque no desconfiamos del progreso de la ciencia y la tecnología, debemos seguir trabajando tenazmente porque la mayoría de las transformaciones que experimentamos los seres humanos llevan tiempo, tiempo vivido, sufrido y -en el mejor de los casos- compartido.
Entrada original en el blog de la Unidad de Trastornos Alimenticios de QuirónSalud Madrid.